Don Juan Carlos ha lucido un ojo seriamente perjudicado. Sólo el Rey puede decir que el amoratamiento se ha debido al golpe con una puerta sin que nadie dude de la Santísima Trinidad.
Me presento yo en el trabajo con un aspecto semejante y diciendo lo mismo y las carcajadas se escuchan en el lejano oeste. Pero el Rey merece respeto y tiene principio de credibilidad. Y yo le creo.
Lo que sucede es que a Su Majestad y a su familia parece que les ha mirado un tuerto o que les han echado mal de ojo. O ambas cosas a un tiempo.
Con los sobresaltos que le está dando a la Corona el esposo de la Infanta Cristina, ¿no os parece que es como para despistarse y chocar contra una puerta palaciega?
Y eso sin contar la aparente extremada delgadez de la Princesa Letizia, que desde que salió de la caja tonta y casó con Don Felipe se está quedando en un suspiro de ella misma. Para que luego digan que la tele no engorda.
Y, ¡ay! cuando don Juan Carlos se acuerda de su ex yerno Marichalar.
Las monarquías están cambiando. La española tiene a una Princesa divorciada de su primer marido, a una Infanta que ha roto lazos con quien fuera su media naranja y a un yerno que sale ahora en las portadas de los diarios y no para lucir el tipo.
España, realmente, es una república, pero La Zarzuela aún no se ha dado cuenta. El Rey, afortunadamente y así lo deseo, se repondrá rápidamente de su accidente doméstico; pero hay otras cosas que no tienen arreglo.