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sábado, 6 de abril de 2013

Julio A. Parrado, 10 años después

La última vez que paró en Madrid, hablamos. Aterrizaba desde esos EEUU que tanto le gustaban. Y sonreía. Julio Anguita Parrado (Julio A. Parrado, para que su primer apellido no le sacase del anonimato) siempre sonreía y te miraba con ojos de miope o de astigmático. Nadie podía imaginar que sería su último viaje.

Julio entró como becario. En EL MUNDO se 'empotró' en la sección de Internacional. En aquel último viaje iba 'empotrado' con una unidad de las tropas americanas que iban a entrar en Bagdad. Un misil le segó la vida. Estaba allí para contar historias desde primera línea de combate. y las contó. Pero acabó siendo él mismo el centro de la noticia. Al día siguiente, Couso perdería también la vida, en un episodio aún no resuelto y por el que pelea su familia.

Recuerdo como si fuera hoy a su padre, en el hall del periódico, entonces en la calle de Pradillo, en el homenaje que le rindió el diario. Julio Anguita padre, entero y destrozado por dentro, contó lo difícil que fue aceptar la muerte de su hijo y el estado de los restos que le entregó el Ejército estadounidense.

Julio A. Parrado, ahora, tienen premios que llevan su nombre, se le rinde tributo y se le recuerda de cuando en cuando, como ahora, diez años después de irse por contar una noticia para un periódico, esa extraña mezcla de papel, tinta e información que atraviesa el peor momento de su historia.

Cuando trascendió el fallecimiento de Julio A. Parrado me formulé la misma pregunta que me hice después de confirmarse el asesinato en Afganistán de Julio Fuentes: "¿Merece la pena?"

Diez años después me gustaría saberlo, pero no lo sé.