La prueba inequívoca del que el barco económico español ha puesto rumbo al mismísimo epicentro del Triángulo de la Bermudas, donde si nadie lo evita será engullido por los mercados, es la fotografía hipotecaria del momento. No sólo se dan menos préstamos, sino que son por un importe irrisorio (si se compara con los años del boom constructor) y a un interés mucho más alto.
Conclusión, que los bancos no sueltan la pasta y la que dan es escasita y se concede clavándole un par de banderillas negras, al quiebro que mola más, al sufrido demandante hipotecario.
Aquellos tiempos en los que había alfombras rojas en las sucursales; en los que con la billetada del préstamo te arreaban un dineral para muebles, coches, reformas, caprichos…; aquellos tiempos no volverán, ni maldita falta que hace.
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