Hay películas que se estrenan cada año, cada mes, cada día. Incluso casi cada hora. Da igual, exactamente igual, cuándo fueron visionadas por vez primera. Hay películas que no pierden la actualidad del momento en el que fueron concebidas, filmadas, grabadas, hechas memoria audiovisual de una incipiente sociedad democrática.
[Si me das a elegir,
entre tú y ese cielo,
donde libre es el vuelo,
para ir a otros nidos ¡Ay amor…!
me quedo contigo.]
El director Carlos Saura, tras la cámara, y Elías Querejeta, en la producción, parieron un clásico del cine del ámbito delincuencial, del metraje tironero y salteador de caminos y sucursales bancarias.
En Deprisa, deprisa plasmaron con grandes dosis de verosimilitud las vivencias de un grupo de macarras, ladrones, chavales diestros abriendo las puertas de los 124 y los 1430 ajenos de la época que conducían endiabladamente por las calles de la ciudad con un puente eléctrico cruzado entre las piernas. Cualquier ciudad de la España de los años ochenta. Cuando los delincuentes tenían una especie de código ético y eran al menos, unos señorones del mangue.
[Si me das a elegir,
entre tú y mis ideas,
que yo sin ellas,
soy un hombre perdido, ¡Ay amor…!
me quedo contigo.]
Ellos, Los Chunguitos pusieron la música y la poesía a las correrías de unos jóvenes ansiosos por vivir (deprisa, deprisa… como en la peli) y ganar dinero sin pegar un palo al agua pero pegando palos a tó'diós, al tiempo que se pasaban las normas y las leyes de la gente corriente por el arco del triunfo de sus huevos.
Deprisa, deprisa no ha dejado de filmarse ni un solo día ni una sola hora. Eso sí, los delincuentes españoles y a la española han ido cambiando. De chorizos de barriada y chabola se ha cambiado a grandes charcuteros de cuello blanco.
Los birlones a los que dieron vida las mentes en ebullición de Saura y Querejeta, que nos ha dejado hace casi ná huérfanos de quinquis, eran unos pobres principiantes del robo; nada que ver con los de ahora, los de la España del siglo XXI, que se llevan cantidad de parné al extranjero y que vaya usted a saber de dónde proceden la guita, los verdes o el vil metal, que bien darían para comprar unos cientos de miles de millones de bollos suizos, digo yo. ¿Cuánto dinero oscuro cabe en una cuenta corriente?
Hay en esta estirpe de sisantes desde renombrados políticos a artistazas vestidas de faralaes, pasando por galácticos futbolistas que chutan balones de oro macizo y que nos la meten a todos de penalti y por la escuadra. Sin olvidar, claro, a alguna parentela de una dinastía que resiste como gato panza arriba.
Ya lo presagiaban los gitanos cantores de las letras sabias: 'Si me dan a elegir, me quedo contigo'. Y los trincones lo entendieron a la primera y se quedaron con la pasta; supongo. ¿No?