Carrillo se había quedado en esta España más solo que la una. No hace mucho que Fraga se marchó para hacer queimadas con San Pedro; otros políticos de aquella generación, o también se fueron o están entre el si se van o se quedan. Son el espectro de toda una época, de una era política, que nos ha traído hasta nuestro actual sistema democrático y autonómico, que ahora molesta porque gasta más de lo que aporta. O eso dicen.
Carrillo no tenía pelo pero sí peluca. Fue uno de los hombres más buscados durante la dictadura de Franco aunque se paseó por las calles de Madrid de los setentaitantos como si tal cosa.
Hizo buenas migas con Adólfo Suárez, el presidente del Gobierno que legalizó el Partido Comunista de España tras desembarazarse de la camisa del Movimiento que lució, se supone, con orgullo en su día.
Convencer a Carrillo de que entrase en el carril democrático debió de ser sencillo. Suárez quería que los comunistas estuviesen dentro del sistema, nada mejor para tenerlos controlados, y el político asturiano tenía unas ganas inusitadas de que sus pies y los de sus seguidores descansasen en su tierra. Suárez se valió del empresario Teodulfo Lagunero y del abogado José Mario Armero para atraer al político fallecido. El letrado puso su casa, dejó solos a Suárez y Carrillo y allí, cigarrito va cigarrito viene, sentaron bases que no se rompieron.
Esos políticos eran de otra madera; madera buena, caoba. Los de ahora, son como la madera de balsa con la que se modelan figuritas en las clases de manualidades. Entonces la política era una actividad noble, cualificada, profesional, comprometida... Hoy, algunos políticos no saben qué significan estos conceptos. Así nos va y peor nos irá.
Carrillo no debió de ser un santo. La Guerra Civil y Paracuellos marcaron toda su vida para una buena parte de la sociedad española. El comunista, después socialista, realmente nunca llegó a aclarar totalmente los terribles sucesos acaecidos en el pueblo del este madrileño. Ya no podrá hacerlo; aunque si hubiese vivido otros noventa años tampoco lo habría hecho. Seguro.
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martes, 18 de septiembre de 2012
lunes, 17 de septiembre de 2012
¡Se acabó!
En el Palacio de Correos de la Puerta del Sol han colgado un cartel con una oferta de trabajo. pinta bien, para qué negarlo. "Se ofrece Presidencia Regional en el Gobierno de Madrid. Retribución asimilable a secretario de Estado. Dedicación exclusiva. Gran proyección politica y mediática. No necesaria experiencia".
Resulta que la titular de la cosa ha tirado la toalla. Sus razones tendrá, pero la verdad es que Esperanza Aguirre, desde el follón del Congreso de Valencia y, después, su enfermedad, afortunadamente curada, había pisado el freno hasta casi gastarse la suela de los zapatos.
A Esperanza Aguirre se le ha pasado el arroz de poder aspirar a la presidencia del Gobierno por no haberle echado los huevos que sí se ha jugado en otras ocasiones. Ella sabe, positivamente, que a nivel político ha llegado al clímax. Lo ha sido todo en politica, menos la jefa de todos los jefes. Y a estas alturas sabe que ya no lo será.
A Esperanza Aguirre, probablemente, la enfermedad que llamó a su puerta le habrá mostrado que hay otra vida al margen de los apuñalamientos de partido. Otra vida que se ve finita y que marca su propio ritmo.
Esperanza Aguirre se servirá ahora el Tea Party en su casa de centro de Madrid. Quien sabe. Los politicos son raros. Lo mismo se va, pero para volver en un futuro. A alguno le daría un patatús si eso llega a suceder.
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