Herrera -15 años gobernando el PPCyL y 16 al frente del Gobierno de Castilla y León- lleva haciendo el 'rickymartin' desde hace varios años: un pasito p'alante, un pasito p'atrás; me voy, no me voy. Como para poner nervioso al más templado.
Dicen que Rajoy le ha puesto a Herrera la cruz, que el de Burgos no quería dejar el liderato del PP regional, que esperaba una señal, un signo desde Génova, que le pidiesen seguir, escuchar que era imprescindible y necesario... Pero no se ha movido ni el aire.
Herrera agotará la legislatura y Dios dirá cuál será su próxima estación política. Si es que la hay o si él la quiere.
El Herrera afable, conciliador, negociador, líder, ha pasado casi de la noche a la mañana del 'top ten' pepero al 'si te he visto no me acuerdo'. De nada valen ya, ahora, las elecciones ganadas, las mayorías absolutas, el granero de votos castellano y leonés, la apisonadora regional en las urnas, el verbo culto, el respeto ganado con el paso de los años.
Herrera se ha ido -o le han ido, quién sabe- y con él se irá toda una era de la política en una compleja región de nueve provincias guerreras, algunas de las cuales se miran de soslayo no sin recelos.
En pocos días -se vota el próximo viernes 17 de marzo- un delfín dejará de serlo para tomar las riendas de una organización que no será ya el embalse dorado del herrerismo, en el que todos han sido peces pequeños sin comerse los unos a los otros.
La salida de Herrera, además, activará a la oposición política en la región: el PSOE de Luis Tudanca, Podemos, Ciudadanos, Izquierda Unida y leonesistas.
Silván o Mañueco; Mañueco o Silván. El que herede el PP de Castilla y León tendrá que meter mano a una organización cubierta desde hace más de una década por el manto de 'Juanvi'. Y eso deja poso... Y también pesos pesados difíciles de mover.
Semana intensa para esta región: ancha es Castilla... y, si le sumas León, ya ni te digo.