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viernes, 25 de noviembre de 2011

La revuelta de los medicamentos genéricos

Estar enfermo es una faena. Ser enfermo crónico, una putada. De los terminales, mejor no hablar. Los del grupo dos, los crónicos, tienen la mala costumbre de sobrevivir a sus dolencias gracias a la ingesta periódica de medicamentos y brebajes expedidos por el monopolio de las farmacias españolas mediante el trueque de las consabidas recetas que rubrican los médicos.


Resulta que a primeros de noviembre ha entrado en vigor la nueva legislación que contempla la sustitución de los medicamentos de marca o de nombre comercial por los principios activos genéricos, más baratos. En principio, bien, que así ahorramos todos que falta hace.

Pero he ahí el problema. Hay medicamentos que pese a presentar el mismo principio activo en su genérico que en el fármaco de marca pueden precisar de ajustes en la dosis para conseguir los mismos efectos logrados en los pacientes hasta la fecha.


¿Pero 1 mg del genérico Lorazepam, pongamos por caso, no es igual que 1 mg de Lorazepam de una marca comercial? Sí, pero no.


No lo digo yo. Se lo escucho con atención a un médico, que me dice que los genéricos sí que tienen la misma cantidad de producto, se supone, pero que a veces hay que reajustar las dosis. Que no funcionan exactamente igual, o sí.


Vamos, que no entiendo nada.


Pero poco importa esto. Lo que me pone de los nervios son los enfermos crónicos, que son unos plastas; una carga, vamos. Se ponen como el quico de pastillamen, total para que la guadaña penda sobre sus cabezas de todas maneras. No hay más que ver a esa tribu de ancianos y ancianas reclamando sus grageas, sus pildoritas, el jarabe antitusivo o los supositorios de glicerina para los que van mal del vientre.


Pues con la nueva legislación, si los genéricos desajustan sus organismos podremos verles esputando por las calles tras un sonoro carraspeo o yéndose por las patas abajo si la glicerina tiene efectos de nitroglicerina.


Esta sociedad gasta una pasta gansa para mantener unos enfermos crónicos que, además, la mitad ni trabaja a causa de sus males. Y encima protestarán entre tembleques si se les desajustan sus tratamientos, congestionando además las urgencias y los ambulatorios, porque empeorarán.


Enfermos… Qué se le va a hacer. Yo, en cuanto acabe este artículo para el blog me sacaré una botellita de agua del vending del periódico y me tomaré una pastillita de inhibidores de la captación de serotonina (para estar animadillo y relegar la depresión al olvido), un pantoprazol para proteger el estómago (que es una bomba ácida como los volcanes marinos de El Hierro) y dos pildoritas de colores contra los gases poco nobles que se acumulan en mi intestino.


A media tarde, un lorazepancito si me da un brote de ansiedad, y por la noche, un antiagregante plaquetario para prevenir los infartos cerebrales, una sinvastatina para fulminar el colesterol, otra gragea de la serotonina de las pelotas, las dos de los gasecillos y una más de ansiolítico para dormir como un bebé.


Yo aquí, trabajando como un mulo sin quejarme, y esos enfermos crónicos por ahí chupando del bote solidario. Menos mal que ya viene Mariano Rajoy y acabará con el ‘caradurismo’ y con todo este poltronaje.


Por cierto, que no se me olvide pasar por la farmacia antes de volver a casa. Creo que el antiagregante plaquetario genérico me ha descompensado mi organismo y estoy sangrando por la nariz. De coña, vamos.


P.D. Mis respetos para los enfermos y también para los sanos, que precisan que se impulse la actual atención cualificada y gratuita de nuestro sistema sanitario público. Amén.

2 comentarios:

  1. ¡Cuídate Antonio, ya que vienen malos tiempos para los dolientes! No entiendo mucho de medicinas, pero es verdad lo que comentas respecto a que la sustitución no es automática: medicamento marca=medicamento genérico.Hay que revisar la dosis,ver el comportamiento de la nueva medicación, quizá realizar nuevas analíticas...todo lo anterior supone nuevas visitas, repetir análisis y, por lo tanto, más gasto...Yo, ante tu cuadro médico, el mejor consejo que puedo transmitirte es aquello que decía Jardiel Poncela: "¡Qué no venga el médico que quiero morirme de muerte natural!" Un abrazo.

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  2. Muchas gracias por tu comentario. La muerte siempre es natural; otra cosa bien distinta es cómo se produzca. Saludos.

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