Ya es septiembre.
Como cualquier septiembre obliga a decir, generalmente, adiós a las vacaciones de verano; nos pone a la cola de los colegios e institutos; nos estruja el bolsillo con gastos escolares y renovación de uniformes o ropa; nos devuelve a la cruda, o grata realidad, de lo cotidiano. La monotonía del trabajo o la cuerda floja del empleo.
Pero este septiembre es especial. Es el inicio de una carrera de la que no conocemos el final. Así, de sopetón, sube el IVA de casi todas las cosas. En resumen, a pagar más para que el Estado español pueda cumplir los objetivos de déficit y las comunidades autónomas que no han hecho a tiempo y bien sus deberes puedan limpiarse la carita con dinero de todos.
Resta una tremenda cuesta hasta diciembre, que sustituirá con creces a la de enero.
Las calles van a ser escenario de protestas, de cabreos controlados y fuera de control, de desesperación y angustias... La calle lo absorbe todo, es lo que tiene. Hoy llueve y mañana hace un sol radiante.
Tal vez hoy nos durmamos en crisis y mañana despertemos rescatados. O, mejor, como potencia mundial.
Soñar es gratis, que conste.