En la práctica del balonmano se toca bien el esférico; se pasa de unos a otros y se intenta introducir el cuero en la puerta del contrario.
Iñaki Urdangarin fue un excelente deportista que, por lo tanto, tocaba bien el esférico, lo pasaba a unos y a otros y lo intentaba introducir en la meta del contrario.
El duque de Palma no ha perdido facultades; o eso pensará su suegro don Juan Carlos, que debe estar harto de que su yerno le toque las narices todos los días y que rivalice en los titulares periodísticos con la crisis económica y los planes (entrevelados) de Rajoy.
Tanto te está tocando la regia tocha que entre lo del ojo y ahora lo del apéndice nasal Su Majestad no va a poder salir el pobre de La Zarzuela sin llamar la atención.
Urdangarin es caldo de noticia; el rubio esposo de la infanta Cristina parece haber tenido más brazos que el pulpo Paul para hacer, presuntamente, beneficiosos negocios; él o los que estaban con él.
Entre Urdangarin y Marichalar la plebe siempre encumbró al deportista. El tiempo pondrá todo en su lugar.
[“Yo no le hago ascos a un buen bacalao a la Urdangarin. ¡Viva San Fermín!... O es tonta la Infanta, ¿te pido otra Fanta?”. Joaquín Sabina]
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