No es un deseo; simplemente es algo que, con el tiempo, terminará escuchando el deslumbrante nuevo presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy.
Rajoy va a salir a un coliseo en el que 5.000.000 de parados le exigirán un empleo; otros tantos, le apretarán las clavijas para no perder el suyo; y los demás, sin excepción, se retorcerán de rabia cuando se vayan anunciando las medidas de recorte y ajuste que habrá de aplicar sí o sí.
En la batalla a la que se enfrenta Rajoy sólo habrá 'bajas' en un bando, el de la sociedad española, que espera horrorizada que se les congelen los salarios, que se les ponga en la calle, que les hagan pagar más impuestos, que haya menos empleo, que se pierda riqueza, que mengüe la inversión... Y eso sin mirar a Europa, que nos considera una país de tercera regional, sin serlo.
Ya estará Rajoy dándo un paseo por las moquetas de La Moncloa. Zapatero ejercerá de cicerone: "¡Aquí, Mariano, decidí que saliéramos de Irak!" "¡Allí, Mariano, me preparé el discurso en el que dije que lo de ETA estaba ya superado... Luego ocurrió lo de la T4, ya sabes!" "En aquella butaca me sentaba a rumiar mis problemas y los de España... Como ves, está muy desgastada. ¡Retapízala, que estamos en crisis, pero úsala, que es muy socorrida!".
En La Moncloa se aparecen por la noche los fantasmas de los que se quedaron sin trabajo, perdieron su dinero, cerraron sus negocios...
Mariano, no va a haber quien pegue ojo.
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