A Artur Mas le ha costado bajarse del caballo, pero ya camina a pie y en solitario.
Primero se escondió en el interior de la lista de Junts pel Sí, en un juego trilero que no era otra cosa que una tapadera con la cara de Romeva.
Después se enrocó en su idea de revalidar la presidencia y a punto estuvo de mandar todo a tomar por saco, con convocatoria de elecciones de por medio.
Finalmente, arrojó la toalla como hacen desde el rincón los entrenadores de los púgiles a los que les falta el aire, se han quedado sin piernas para bailar en el ring y apenas ven nada a través de sus amoratados párpados.
Quién se lo iba a decir a Mas. Que tendría que dar "un paso a un lado" o, lo que es lo mismo, irse a casa con las orejas gachas.
Artur Mas es un precedente. Seguro que más de uno está dándole al magín esperando que algo semejante pueda suceder en el Gobierno de España y que Mariano Rajoy coja el mismo camino que el honorable president para que el gallego no sea traba para conformar un macro pacto bajo la bandera de la unidad del Estado frente al independentismo, que aprieta mas que nunca.
No veo yo a Rajoy cediéndole el cetro a ninguna menina. Pero que la petición de su cabeza va a estar en el candelero ya no lo duda nadie.
Digo.
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