A Bárcenas, el hecho de reconocer en sede judicial haber dado, al parecer, sobres marrones llenos de billetes de 500 euros no le pone en un punto de partida de honor a la hora de tener que defender su trasero de los códigos del Derecho que podrían condenar su conducta.
A Rajoy, por su parte, negar la mayor tampoco le absuelve ante la opinión pública de presuntas irregularidades, por consentimiento, colaboración u omisión. Más bien, decir que no cobró de las manos del hombre que dijo que le pagó un abultado parné le catapulta sin remedio a una guillotina levantada en plaza mayor.
Bárcenas podrá estar más pringado de lo que ha dicho mientras que Rajoy podría ser un alma cándida, como dicen también de ellos mismos que son Cospedal y los demás supuestos receptores de sobresueldos 'populares'.
Rajoy, por suerte o por desgracia, sólo tiene una salida posible: comparecer ante los españoles de forma urgente en la Cámara Baja y dar pelos y señales de su relación con Luis Bárcenas, convenciendo a opinión pública y oposición de que su pasado está impoluto, puede que sólo tiznado por unos 'hilillos de plastilina'.
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