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domingo, 14 de julio de 2013

Diógenes, Bárcenas y los coleccionistas de mierda


Diógenes de Sinope era un griego que le daba a eso de la Filosofía y, de paso, al cinismo clásico, su gran descubrimiento en cuestión de pensamiento.

El tal Diógenes ha dado nombre a un síndrome, bajo el que se encuadran casos enfermizos de acumulación de desperdicios y cosas usadas o inservibles: desde restos de alimentos hasta periódicos dignos de hemeroteca pasando por cacharros, andrajos, cartones y basura, al fin y al cabo, que invade el espacio vital de quienes padecen el mal al tiempo que bloquea sus cerebros.

Luis Bárcenas padecería, a todas luces, una moderna versión del Síndrome de Diógenes, sólo que en lugar de mierda vulgar y corriente, lo que el ex tesorero del Partido Popular guarda como oro en paño son papeles, documentos y SMS antiguos que caen como bombas de destrucción masiva en la sede de la calle de Génova, y que hacen que el ambiente huela tan mal como un estercolero.

Cuando alguien acumula esta novedosa modalidad de heces políticas no lo hace como enfermo psiquiátrico ni como coleccionista disparatado sino como hombre previsor que guarda un arsenal bajo su cama para defenderse de cualquier ataque, venga de donde venga.

Algo parecido parece que le sucedía al ex socio de don Iñaki Urdangarin, un portento a la hora de clasificar y guardar para mejor ocasión correítos con los que ahora se llenan y empalman titulares. No hay mejor defensa que un buen ataque.

Ambos debieron pensar aquello de "guarda para cuando no haya". Y ahora no debe de "haber", a la vista de cómo se va echando mano del basurero del decrépito Diógenes.

¿Cuántas cargas de profundidad puede albergar un hombre que ha conocido todos los secretos de los dineros de un partido, que sabía qué se pagaba y cómo a éste o aquél, quién hacía donaciones y, en su caso, a cambio de qué?

Bárcenas pasará el verano a la sombra, pero otros van a acabar más quemados que la pipa de un indio en sus despachos oficiales. Y sin viajar. Así no gastan.

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