Pensé que ya habíamos superado esta etapa. Un libro es un libro y narra lo que su autor desea. Si hay un editor dispuesto a embarcarse en la aventura de ponerlo en las estanterías, no hace falta más.
Las librerías están repletas de tomos que alguien habría deseado que no se escribiesen y que no se leyesen; por distintos motivos y circunstancias. Busque ejemplos; no le faltarán.
Podemos lanzar a la hoguera biografías y autobiografías de dictadores fascistas o comunistas; análisis políticos o históricos que hacen daño a la vista por su mezquindad y manipulación. Siempre habrá una llama dispuesta a prender una mecha.
Un libro sobre cómo curar la homosexualidad es hoy el cisma. A estas alturas sólo un necio -que además declara haber sido durante décadas homosexual para 'transformarse' en heterosexual- es capaz de mantener tamaña estupidez. La homosexualidad no es una enfermedad, como no lo es la heteroxesualidad. Pero no seré yo quien le pegue fuego a los ejemplares de ese libro.
Mucho me temo que no es más que marketing; y ha conseguido su objetivo.
Las redes sociales han perdido la cabeza con el asunto y han 'forzado' a una gran cadena comercial a retirar los ejemplares que se vendían, al parecer, a través de su página web.
Internet es libertad... y también lo contrario. Unos imponen a otros su criterio ante la amenaza de los siete males.
Las redes sociales son el test vivo al instante de una parte de la sociedad. Algo fascinante e impensable hace unos pocos años. Pero ello no da patente de corso para hacer y deshacer y luego exponer la cabeza del 'vencido' en la picota. Algo así pasó con La Noria. Bien estuvo criticar al programa pero la decisión de los anunciantes de aparecer o no en un espacio es voluntaria, no forzada.
Quien quiera gastar su dinero en el libro de marras (del que sólo hablo de oídas por los comentarios que se suceden en la red de redes), allá él. Pero yo hace tiempo que dejé de fumar y no tengo fuego para prender esta hoguera.
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