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martes, 18 de septiembre de 2012

Aquellos políticos que ahora se mueren

Carrillo se había quedado en esta España más solo que la una. No hace mucho que Fraga se marchó para hacer queimadas con San Pedro; otros políticos de aquella generación, o también se fueron o están entre el si se van o se quedan. Son el espectro de toda una época, de una era política, que nos ha traído hasta nuestro actual sistema democrático y autonómico, que ahora molesta porque gasta más de lo que aporta. O eso dicen.

Carrillo no tenía pelo pero sí peluca. Fue uno de los hombres más buscados durante la dictadura de Franco aunque se paseó por las calles de Madrid de los setentaitantos como si tal cosa.

Hizo buenas migas con Adólfo Suárez, el presidente del Gobierno que legalizó el Partido Comunista de España tras desembarazarse de la camisa del Movimiento que lució, se supone, con orgullo en su día.

Convencer a Carrillo de que entrase en el carril democrático debió de ser sencillo. Suárez quería que los comunistas estuviesen dentro del sistema, nada mejor para tenerlos controlados, y el político asturiano tenía unas ganas inusitadas de que sus pies y los de sus seguidores descansasen en su tierra. Suárez se valió del empresario Teodulfo Lagunero y del abogado José Mario Armero para atraer al político fallecido. El letrado puso su casa, dejó solos a Suárez y Carrillo y allí, cigarrito va cigarrito viene, sentaron bases que no se rompieron.

Esos políticos eran de otra madera; madera buena, caoba. Los de ahora, son como la madera de balsa con la que se modelan figuritas en las clases de manualidades. Entonces la política era una actividad noble, cualificada, profesional, comprometida... Hoy, algunos políticos no saben qué significan estos conceptos. Así nos va y peor nos irá.

Carrillo no debió de ser un santo. La Guerra Civil y Paracuellos marcaron toda su vida para una buena parte de la sociedad española. El comunista, después socialista, realmente nunca llegó a aclarar totalmente los terribles sucesos acaecidos en el pueblo del este madrileño. Ya no podrá hacerlo; aunque si hubiese vivido otros noventa años tampoco lo habría hecho. Seguro.

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