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sábado, 23 de septiembre de 2017

Independentistas y el bastardo de Serrat.

Lo poco que sé de catalán lo aprendí escuchando a Lluís Llach y Joan Manuel Serrat. Hablaban de libertad, amor... Eran luchadores, músicos, políticos, estrellas...

Me retumban en la cabeza las letras de L'Estaca, Mare Mar, El Bandoler y Cop de destral de Llach, ahora un independentista con gorrito de lana incrustado en su cráneo. Y me trasladan en el tiempo Seria fantàstic, Fa vint anys que tinc vint anys y Paraules d'amor del reverberante Serrat.

Podría cantarlas palabra por palabra, estrofa por estrofa; algunas, hasta podría tocarlas a la guitarra o perpetrarlas al teclado.

Cuánto tiempo de todo esto. Ahora Llach es independentista. Puede que lo fuese ya, seguro que sí, cuando entró a formar parte de mi pasado. Solo que Llach usa ahora la voz para decirle a su auditorio que ha de obedecer, acatar sin discutir o, en su caso, atenerse a las consecuencias; vamos, democracia en estado puro... Que los de Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona deben pelear por la independencia de Cataluña, todos a una; que no hay objetivo más puro y noble que apartarse de España.

Ese es ahora Llach. El que entonces hablaba de Siset, el que no veía la estaca a la que todos estaban atados y al que animaba a tirar y tirar para librarse del yugo... El que daba golpes de hacha, el que novelaba la vida de sanguinarios bandoleros como Joan Serra...

¿Y Serrat? Joder, resulta ahora que Joan Manuel, aquel del La, la, la que acabó catapultando a Massiel en Eurovision, el hombre al que los nombres de mujer le sabían a yerba, que idolatraba a Irene y Lucía y que se compadecía de Penélope, ese mismo, es para el catalanismo secesionista un jodido fascista que no apoya el procés. O algo peor: un catalán que pone en duda las bondades del referéndum del 1-O.

Es más, le acusan de decir, sin despeinarse ni sonrojarse, que la consulta es absolutamente irregular, que los políticos separatistas se han orinado en las leyes de Cataluña y de España y que las cosas no se pueden hacer así (de mal, se entiende).

Menudo bastardo, piensan quienes pisotean las normas establecidas, los que desguazan 'landrovers' de la Guardia Civil. Creen que los engañó a todos con su voz y su nuez vibrantes. Resulta que cantaba en catalán pero era español. Vaya, que no era independentista, que no buscaba romper el mapa de España, que era un tipo vulgar y corriente de Barcelona que se calzaba a ratos una barretina, que nació en el Mediterráneo, que allí quiere volver cuando llegue la parca a buscarle pero que de impulsor de la República catalana nada de nada. A la sazón, un meapilas de mierda.

Los catalanes de pro que estos días toman las calles y plazas rompen sus discos, queman sus cintas y violan con un martillo el orificio de sus CDs, en un obsesivo intento por borrar todo rastro de este músico que les ha hecho la cobra.

Creerán los rupturistas, seguro; que en su corazón de cantautor no hay más que una senyera constitucional y no una estelada. Menudo farsante el Joan Manuel, ¿no?

Los independentistas que piensan que hoy puede ser un gran día (y mañana, también, si votan y ganan el pulso al Estado) le han puesto en el disparadero a Juanito, que ahora está de gira por Latinoamérica acompañado de Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos. 

Los independentistas, los promotores de la secesión, los políticos que empujan hacia el abismo, siguen mientras tanto aquí apalancados, al noreste del país, mientras tiran por el retrete todo lo conseguido en el estado de las autonomías.

En este espinoso asunto -de producirse en otras latitudes habría violencia en las calles- unos tienen que envainar la espada y otros poner la mesa para negociar. Y pactar, pactar, pactar. Pero no hagamos piras con libros... Ni con elepés.
Sisplau.

sábado, 11 de marzo de 2017

Adiós, 'Juanvi'

La renuncia de Juan Vicente Herrera a presentar su candidatura a la presidencia del PP de Castilla y León era esperada. Los mismos que ahora aspiran a ocupar su puesto -los alcaldes de León y Salamanca, Antonio Silván y Alfonso Fernández Mañueco, respectivamente, no lo reconocerán jamás en público, pero de puertas para adentro estaban entre hartos y más que hartos por la incertidumbre.
Herrera -15 años gobernando el PPCyL y 16 al frente del Gobierno de Castilla y León- lleva haciendo el 'rickymartin' desde hace varios años: un pasito p'alante, un pasito p'atrás; me voy, no me voy. Como para poner nervioso al más templado.
Dicen que Rajoy le ha puesto a Herrera la cruz, que el de Burgos no quería dejar el liderato del PP regional, que esperaba una señal, un signo desde Génova, que le pidiesen seguir, escuchar que era imprescindible y necesario... Pero no se ha movido ni el aire.
Herrera agotará la legislatura y Dios dirá cuál será su próxima estación política. Si es que la hay o si él la quiere.
El Herrera afable, conciliador, negociador, líder, ha pasado casi de la noche a la mañana del 'top ten' pepero al 'si te he visto no me acuerdo'. De nada valen ya, ahora, las elecciones ganadas, las mayorías absolutas, el granero de votos castellano y leonés, la apisonadora regional en las urnas, el verbo culto, el respeto ganado con el paso de los años.
Herrera se ha ido -o le han ido, quién sabe- y con él se irá toda una era de la política en una compleja región de nueve provincias guerreras, algunas de las cuales se miran de soslayo no sin recelos.
En pocos días -se vota el próximo viernes 17 de marzo- un delfín dejará de serlo para tomar las riendas de una organización que no será ya el embalse dorado del herrerismo, en el que todos han sido peces pequeños sin comerse los unos a los otros.
La salida de Herrera, además, activará a la oposición política en la región: el PSOE de Luis Tudanca, Podemos, Ciudadanos, Izquierda Unida y leonesistas.
Silván o Mañueco; Mañueco o Silván. El que herede el PP de Castilla y León  tendrá que meter mano a una organización cubierta desde hace más de una década por el manto de 'Juanvi'. Y eso deja poso... Y también pesos pesados difíciles de mover.
Semana intensa para esta región: ancha es Castilla... y, si le sumas León, ya ni te digo.

domingo, 15 de enero de 2017

El espectáculo ha de continuar

Bien lo sabía Mercury, aunque por razones bien distintas. El asombroso, histriónico, excéntrico y superlativo cantante de 'Queen' se despedía de la vida en su 'Show must go on', dejando así un postrero mensaje.
Entre ayer y hoy, el socialismo español -encarnado bajo las siglas de un desnortado PSOE- ha hecho sonar su peculiar 'Show must go on'. Javier Fernández, el líder que vino de Asturias para poner paz en medio de la guerra fratricida de Ferraz, lanzó el sábado un discurso para que la militancia socialista lo guarde en la mesilla y lo relea cuando le entren tentaciones de volver a suicidarse.
Fernández es un sieso. Transmite menos tensión que un Dalai Lama meditando, pero suelta verdades como puños a los cuatro vientos.
Hacía tiempo que no se escuchaba a un líder político español improvisar un discurso-bomba sin leer; así, como cualquier cosa, de sopetón... Porque sale de los ventrículos. Discursazo. Grande, Fernández. Lástima para el PSOE que alguien de semejante eslora no se colocase en la proa de un partido jibarizado por el egoísmo de unos y de otros. Que le pregunten a Pedro Sánchez; que se lo digan a Susana Díaz.
En estas estábamos pasando por el crisol del cerebro las palabras de Fernández cuando un tal Patxi dio un paso al frente. Patxi es vasco, exlehendakari por obra y gracia de otros y expresidente del Congreso de los Diputados por esas alquimias de la alta política. 
López, Patxi, ha visto el sillón ferrazino vacío y ha puesto un pie en el aterciopelado asiento para quitarle las ganas de posar el culo al espectro de Pedro Sánchez. Tal y como hacen los niños con los helados, cuando les dan un chupetón a lo bestia para no compartirlos.
Patxi, López, quiere trono y ha tomado posición. Y se hace acompañar por Óscar López -que salió de Castilla y León como alma que lleva el diablo para recalar en el Senado- y Rafa Simancas -al que un tamayazo cualquiera descabezó de sus ilusiones por gobernar Madrid cuando el PSOE era fuerte.
Patxi López se las tendrá que ver con Susana Díaz o con un interpuesto de la andaluza, que después de la que montó para merendarse a Sánchez no tiene otra que dar la cara ahora, aunque se la partan, con las funestas consecuencias que eso tendría para sus intereses en la Junta de Andalucía, que gobierna con el permisito de los Ciudadanos de Albert Rivera.
El PSOE del siglo XXI busca jefe. Que los dioses repartan suerte.